
«Este año, la fiesta de la victoria sobre el mal, el pecado y la muerte, la fiesta del júbilo, la fiesta de la esperanza, la vivimos llevando a hombros todo lo que ha significado y significa la experiencia de la pandemia, que ha provocado y provoca tanto sufrimiento y ha desquiciado nuestras vidas». Con estas palabras, el obispo Francisco iniciaba su homilía del Domingo de Pascua en la Catedral de Gerona, el domingo 4 de abril. «En medio de los hechos de sufrimiento y muerte de la humanidad dejamos que también renazca la esperanza, porque creemos en Jesús resucitado», remarcaba también. Y añadía: «Celebrar la Pascua, creer en la resurrección, no significa esperar una revelación especial o grandes milagros, sino leer los signos de resurrección que encontramos en nuestra vida, en la vida ajena, de la Iglesia y del mundo».
La Semana Santa en la Catedral se inició el domingo anterior, con el día de Ramos, este año sin la tradicional bendición en la plaza de los Apóstoles debido a las medidas sanitarias a las que obliga la pandemia. El Martes Santo, en el transcurso de la Misa Crismal, se celebraban los 25 años de la ordenación de Mn. Jordi Pascual y de Mn. Miquel Oliveras, y los 50 años de Mn. Josep Gispert y del Padre Santi Thió. Asimismo, se aprovechó para recordar los cumpleaños del año anterior, que a causa de la pandemia no pudieron celebrarse durante la Misa Crismal: los 25 años de la ordenación de Mn. Rafael Felipe y Mn. Salvador Gras, y los 50 del Padre Ignasi Anzizu. «Que el recuerdo de su ordenación le estimule a renovar con acción de gracias vuestro “soy aquí” de ese día», les dijo. Por otra parte, hay que mencionar al Triduo Pascual ya la Pascua Joven, que acogió la parroquia de Sant Jaume de Salt.
Veneración de la Cruz en las escaleras de la Catedral
En un año marcado todavía por la pandemia, la Junta de Cofradías de Girona decidió mantener, el Viernes Santo, la veneración de la cruz, acto que culmina siempre con la procesión del Santo Entierro, que en esta ocasión no pudo llevarse a cabo. A las 8 de la tarde, y sin público, un pelotón de medio centenar de manaies formó en las escaleras de la Catedral, seguido por seis cofrades de cada una de las doce que, al ascender, se colocaban en los balcones de la escalinata, donde también se encendían lamparillas en memoria de los difuntos de la pandemia. El momento culminante fue cuando, iluminada con un foco, la cruz de la archicofradía de la Pasión y Muerte ascendía solemnemente acompañada por el redoblar de los tambores de la banda de los manaías, hasta llegar arriba, donde fue recibida por el obispo Francisco, acompañado de los consiliarios de las cofradías.