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Oficina de Comunicación del Obispado de Girona

Viernes 15 de Noviembre de 2024

Unas letras del obispo (17 de noviembre): Sus elegidos, que vendrán de los cuatro vientos

«Sus elegidos, que vendrán de los cuatro vientos» (Mc 13,27)

En las últimas semanas del año litúrgico, la Iglesia nos habla del fin de los tiempos, de cómo será el Reino de Dios y de cuáles serán los criterios de selección para entrar. De hecho, Cristo, en sus palabras recogidas en los evangelios, nos da la clave: pobres de espíritu, hambrientos, perseguidos o quienes en este mundo son los últimos tendrán prioridad en el Reino. Será, pues, un reino en el que no habrá ni hambre, ni desnudez, ni sed de justicia, ni persecuciones. Pero esto no nos exime a nosotros ahora y aquí de trabajar por un mundo más justo en el que nadie se quede sin lo necesario.

San Juan Pablo II, cuya memoria hemos recordado hace pocas semanas, vivió en un mundo convulso, sufrió regímenes dictatoriales de derecha y de izquierda, viviendo incluso la caída del muro de Berlín, que parecía anunciar la aparición de un nuevo mundo sin las divisiones y enfrentamientos que se habían vivido hasta entonces. Él decía a los trabajadores en México en 1990: «La Iglesia escucha continuamente el mismo sermón de la montaña, pronunciado por Cristo. De generación en generación anuncia el Evangelio, que es también el Evangelio del trabajo. En nuestra época este Evangelio se ha hecho actual, de forma nueva, a la vista de los numerosos problemas del desarrollo socioeconómico; de las distorsiones relacionadas con el capital; y de la producción y distribución de los bienes, tan desproporcionada e injusta, especialmente en algunas regiones del mundo» (10 de mayo de 1990). Son palabras que seguro no han perdido actualidad y siguen siendo válidas también hoy.

Para la Iglesia, el Reino es un don de Dios, ciertamente, pero a nosotros creyentes nos corresponde actuar en el orden objetivo de la realidad temporal, guiados por la verdad y por la caridad, siendo instrumentos para una realización cada vez más plena e íntegra de la justicia y de la paz y anticipar así en el presente el Reino prometido (5 ) .

San Juan Pablo II escribía, también, en 1991: «La Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna. De esta conciencia deriva también su opción preferencial por los pobres, que nunca es exclusiva ni discriminatoria de otros grupos. (...) El amor de la Iglesia por los pobres (...) la impulsa a dirigirse al mundo en el que, pese al progreso técnico y económico, la pobreza amenaza alcanzar formas gigantescas» ( Centesimus Annus , 57).

Nos conviene recordar la gran maestría, también en este aspecto, de san Juan Pablo II, que profundizó en la pastoral social de la Iglesia y dio las pautas –que hoy seguimos también nosotros– para ser trabajadores del Reino aquí y ahora.

† fray Octavio,
obispo de Girona

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