
«Él te bautizará con el Espíritu Santo y con fuego» (Lc 3,16)
Jesús fue bautizado en el río Jordán por Juan Bautista. En el momento del bautismo el cielo se abrió y una voz dijo que aquél era el Hijo de Dios en quien éste se ha complacido. Esta teofanía conecta con la adoración de los magos y con la boda de Caná, y en cada uno de estos episodios se nos muestra que el niño nato en Bet-Léhem es algo más que un recién nacido. Detrás de Él está la mano de Dios y hoy en el Jordán el Padre le reconoce como hijo suyo, como antes lo habían hecho unos magos, unos pastores y Simeón y Ana en el templo.
El bautismo de Juan era un bautismo a la expectativa, en espera de la llegada de aquel que debía bautizar con el agua y con el Espíritu. Para Jesús sin duda el bautismo no era necesario: Él es el Hijo y por tanto de la misma naturaleza que el Padre; para nosotros, en cambio, sí que el bautismo nos representa la incorporación a la fe, a la Iglesia, al grupo de seguidores de Cristo.
A lo largo del año 2023 se constató un descenso en el número de bautismos, especialmente de niños. Según datos de la propia Iglesia, en el 2023 se celebraron en las diócesis con sede en Catalunya 12.835 bautismos, 9.651 primeras comuniones, 4.981 confirmaciones, 2.798 matrimonios, 4.242 unciones de los enfermos y 20.886 comuniones en los hospitales. Estas cifras nos muestran que vivimos un cambio de paradigma y la pertenencia a la Iglesia, la práctica religiosa, ha dejado en gran parte de ser una costumbre social o familiar como era hasta hace unas décadas para convertirse cada vez más en una opción personal y libre. Por eso aumentan y de forma exponencial los bautismos de adultos, es decir, de aquellos que toman conscientemente la decisión de incorporarse a la Iglesia de Cristo y se preparan mediante el catecumenado.
Quien hoy pide recibir el bautismo ya adulto, pide compartir con nosotros lo mejor de nuestras vidas: la fe en Cristo. Estamos seguros de que sólo Él tiene palabras de vida, de vida eterna; Él es el camino, la verdad y la vida. El camino hacia el bautismo es un bello camino, el camino de la fe, aquél al que nos llama Cristo mismo a cada uno de nosotros. Iniciarlo en este año santo, un año jubilar, es un signo de esperanza. Como nos dice el papa Francisco en la bula de convocatoria: «Nos encontramos así ante un itinerario marcado por grandes etapas, en las que la gracia de Dios precede y acompaña al pueblo que anda entusiasta en la fe, diligente en la caridad y perseverante en la esperanza» ( Spes non confundit , 6). Un itinerario que iniciaron el pasado primer domingo de Adviento un grupo significativo de adultos en el monasterio de Solius. Durante los próximos meses se irán preparando para recibir, si Dios quiere durante el tiempo pascual, los sacramentos de la iniciación cristiana, ese bautismo por el agua y el Espíritu Santo que nos anuncia Juan Bautista.
Vivir nuestra fe con gozo, plenitud y esperanza es la mejor manera de evangelizar, es decir, de dar a conocer a Cristo a quien todavía no lo conoce ya quien debemos invitarnos a unirse por el bautismo.
+ fray Octavio,
obispo de Girona