
El sábado 11 de enero tuvo lugar la presentación del libro El Palau Episcopal. Mil años de historia de un laberinto arquitectónico», que pone en valor uno de los palacios episcopales medievales más destacados de Catalunya y que ha llegado prácticamente sin modificaciones a nuestros días. El estudio, a cargo de los arqueólogos e historiadores gerundenses Josep Maria Nolla, Jordi Sagrera y Miquel Àngel Fumanal, con la colaboración de Narcís Soler, revela la importancia de este notable edificio y desvela sus transformaciones a la vez que apunta la vida y actividad que acogió a lo largo de los siglos.
El acto de presentación se celebró en el salón del trono del propio edificio, actual sede del Museo de Arte. Corrió a cargo del exconseller e historiador Joaquim Nadal y fue presidido por el obispo de Girona, fray Octavi Vilà, y el director general del Patrimonio Cultural, Joaquim Borràs. Després d'unes paraules de benvinguda per part de la directora del centre museístic, Carme Clusellas, Joaquim Nadal va fer un detallat recorregut històric per l'edifici, destacant alguns dels prelats que, en decurs del segles, havien intervingut en els diferents processos de reforma de l'edifici, fins que fa mig segle el bisbe Jaume Camprodon, que ja no hi residia, el va destinar per a espai cultural de la ciutat i de la diòcesi.
En su intervención, fray Octavi destacó, precisamente, el gesto de su predecesor de abrir el conjunto. Dijo: «Este palacio, como en otros ámbitos la catedral o Sant Feliu, sobrepasan la propia Iglesia y forman parte del patrimonio espiritual, cultural e incluso afectivo del conjunto de ciudadanía gerundense. Son, o han sido, edificios religiosos donde se vive o se ha vivido y vivir la fe y, por tanto, merecen siempre un respeto a la hora de programar actividades».
En este sentido, expuso que «cuando en 1974 mi predecesor, el obispo Jaume Camprodon, lanzaba la idea de destinar el hasta entonces palacio episcopal a espacio cultural, se ponía fin a siglos de actividad curial que había tenido en este lugar su centro; pero se iniciaba una nueva etapa de la vida de este edificio, o de ese conjunto de construcciones, depende de cómo queramos verlo, a partir de entonces más abierto a la ciudad». Y añadió: «Es interesante este concepto de apertura al conjunto de la ciudad en un momento en que la Iglesia se está redimensionando a lo que debería haber sido en muchos aspectos siempre su ámbito, el espiritual, dejando a un lado la búsqueda de intensas amistades, a menudo peligrosas, con el poder civil».