
Os ofrecemos el Mensaje del papa Francisco con motivo de la Cuaresma de este año, que comienza hoy, día 26 de febrero, Miércoles de Ceniza.
MENSAJE DEL SAN PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2020
«Os lo pedimos en nombre de Cristo: ¡reconciliaos con Dios!» (2Co 5,20)
Queridos hermanos y hermanas:
El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo abrazamos, respondiendo de forma libre y generosa.
1. El Misterio pascual, fundamento de la conversión
La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús: el kerygma . En él se resume el Misterio de un amor «tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo» (Exhort. Ap. Christus vivit , 117). Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (Jn 10,10). Sin embargo, si preferimos escuchar la voz persuasiva del «padre de la mentira» (Jn 8,45) corremos el riesgo de hundirnos en el abismo de la absurdidad, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos atestiguan muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.
Por eso, en esta Cuaresma 2020 querría dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la Exhortación apostólica Christus vivit . «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez» (n. 123). La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.
2. Urgencia de conversión
Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y sostiene.
De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas diferentes, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre en nuestro interior, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor ya su voluntad.
Así pues, en este tiempo favorable, dejémonos guiar como Israel en el desierto (cf. Os 2,16), para poder escuchar finalmente la voz de nuestro Esposo, para que resuene en nosotros con más profundidad y disponibilidad. Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más conseguiremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. No dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a Él.
3. La apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos
El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestro amodorramiento. A pesar de la presencia —a veces dramática— del mal en nuestra vida, como en la vida de la Iglesia y del mundo, ese espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la tenaz voluntad de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros. En Jesús crucificado, a quien «Dios, por nosotros, le cargó el pecado» (2Co 5, 21), ha llegado esta voluntad hasta el punto de hacer recaer sobre su Hijo todos nuestros pecados, hasta «poner a Dios contra Dios», como dijo el papa Benedicto XVI (Enc. Deus caritas est , 12). En efecto, Dios ama también a sus enemigos (Mt 5,43-48).
El diálogo que Dios quiere establecer con todo hombre, mediante el Misterio pascual de su Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses, quienes «en nada pasaban el tiempo más a gusto que contando o escuchando novedades.» (Hch 17,21). Este tipo de palabrería, dictado por una curiosidad vacía y superficial, caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros días puede insinuar también en un uso engañoso de los medios de comunicación.
4. Una riqueza por compartir, no por acumular sólo para sí mismo
Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes, del de idolatría.
Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad se refiere al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de ensuciarse, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía. Por este motivo, en la Cuaresma de 2020, del 26 al 28 de marzo, he convocado a Asís a los jóvenes economistas, empresarios y change-makers , con el objetivo de contribuir a diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual. Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma eminente de caridad (cfr. Pío XI, Discurso a la FUCI, 18 de diciembre de 1927). También lo será el ocuparse de la economía con ese mismo espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas.
Invoco la intercesión de la bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos la llamada a dejarnos reconciliar con Dios, fijamos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convertimos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De esta forma podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14).
Francisco
Roma, 7 de octubre de 2019
Memoria de la Virgen del Rosario