
Si alguien lee sólo este título puede pensar que el obispo se ha equivocado: Apenas estamos a finales de noviembre, por lo que todavía no hemos terminado el año. Y es verdad si sólo pensamos en el año civil, pero no es verdad si nos fijamos en el año litúrgico.
Este domingo es el último año según la liturgia de la Iglesia, porque el próximo domingo comienza el tiempo de adviento, que significa el inicio de un nuevo año para las celebraciones eclesiales.
Además, este último domingo también celebramos la fiesta de Cristo Rey del universo.
Para algunos esta expresión no es muy acertada. Es necesario situarla en el tiempo. En realidad, equivale a decir "Cristo es el Señor".
Con esta expresión se ha alabado a Cristo, se le ha cantado, se le ha invocado antes de morir. Pero algunos se han servido para golpear y vejar a quienes consideraban enemigos de su propia ideología profanando el nombre de Jesucristo. Por eso se nos impone vivir el verdadero significado de la fiesta.
Para entender bien la fiesta y que nos ayude a valorar el año litúrgico vivido, es necesario cambiar de diccionario y utilizar el de Jesús de Nazaret.
«¿Tú eres rey?», pregunta el representante del hombre más poderoso de la tierra, el emperador de Roma, a un hombre –un tal Jesús de Nazaret– para quien se pide pena de muerte, la crucifixión. La respuesta del nazareno, totalmente desconcertante, es: «¡Sí, yo soy rey! Mi misión es ser un testimonio de la verdad, y por eso he venido al mundo».
Todos tenemos claro que Jesús no presentaba ni el aspecto ni el talante ni las aspiraciones que todos entendemos que corresponden a un rey, tal y como conocemos por la historia humana. Nada que ver con palacios, escolta, lujos, aristocracia, poder, riqueza, refinamiento... Y sin embargo, Jesús responde: «Soy rey». Para Jesús, ser rey es ser testigo de la verdad, y su contundente afirmación nos pide recordar expresiones evangélicas que manifiestan por qué ha venido y qué hace: el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar la vida. No ha venido a condenar, sino a buscar ya salvar lo perdido: «Yo he venido para que tengan vida, y vida abundante», para ir a buscar la oveja perdida. Ha venido para vencer la muerte, muriendo.
Desde esta «verdad» podemos también hacer balance del año que hemos vivido. Y esa revisión no es para torturarse, sino para vivir en paz y con confianza y adquirir la «sabiduría del corazón»
Debemos ser conscientes de que este tiempo ya ha pasado y que no volveremos a vivirlo. De ahí la pregunta: ¿qué hemos hecho este año?
En el diccionario de Jesús, reinar es amar y servir hasta la última gota de sangre y hasta el último suspiro de vida.
¿Lo ha estado en el nuestro?
Francesc Pardo Artigas,
Obispo de Girona