
Exequias por el obispo Francesc Pardo i Artigas
Catedral de Gerona 4 de abril de 2022
Lecturas: Sabiduría 4,7-15; Sl 22; 1Jn 1,1-4; Mateo 5,1-12a
Muy querida familia, hermanos Pedro e Imma. Estimado Administrador dio-cesano. Estimado Nuncio Apostólico. Estimado Cardenal Arzobispo de Barcelona. Estimado Cardenal arzobispo emérito. Muy querido obispo Carlos, obispo emérito de Girona, que sigue esta celebración por medio de la Televisión de Girona, junto con todos aquellos y aquellas que también la sigue por este medio o las redes sociales. Estimados abades. Estimados arzobispos, obispos, presbíteros y diáconos. Estimados vicarios generales y presbíteros que venid de otras diócesis. Estimados consagrados y consagradas. Muy amado pueblo santo de Dios.
Estimadas autoridades políticas, académicas, militares y de los cuerpos de seguridad que represente a las instituciones y estamentos públicos: Honorables consejeras de la Generalidad de Cataluña, Presidente de la Diputación, alcaldesa de Girona y otros alcaldes y alcaldesas, subdelegado del Gobierno español, autoridades militares y de los cuerpos de seguridad, diputados, diputadas, partidos, senadores. Amigos y amigas.
La vida humana muchas veces parece llena de contradicciones, de hechos incomprensibles. Y la propia realidad de la muerte es uno de ellos. El ser humano difícilmente puede detenerlo, tan sólo en el mejor de los casos, puede retrasarlo. Lo hemos comprobado quienes hemos seguido, en la oración, las noticias que en las últimas semanas llegaban de nuestro querido obispo Francisco que nos ha dejado.
A pesar de ser conocedores de la enfermedad que se ha agravado en los últimos meses, la muerte de una persona querida desquicia y sorprende, llena el espíritu de contradicción y nos hace preguntar: ¿Por qué Señor? ¿Por qué ha tenido que ir de esta forma?
San Francisco de Asís, el santo patrón de nuestro obispo, dos años antes de morir compuso el Cántico de las Criaturas dando gracias a Dios por las obras de su Creación, como el «hermano fuego» y la «hermana agua». Es una afirmación de la teología personal de este santo que a menudo hace referencia a los animales como hermanos, rechazando la acumulación material y las comodidades sensuales en favor de la «Dama Pobreza», como afirma él mismo. Se dice que lo compuso mientras se recuperaba de una enfermedad en San Damián, y se dice también que dos años después, poco antes de morir, añadió el verso final alabando a la «hermana muerte»: «Te alabamos, Señor, por nuestra hermana, la Muerte, compañera de viaje de todo viviente». Quizás, traducido literalmente, deberíamos decir: «Te alabamos, Señor, por nuestra hermana, la muerte corporal, de la que ningún viviente puede escapar».
¿Se puede alabar la muerte? De hecho, es como el Evangelio que hemos proclamado: «Dichosos los pobres... Dichosos los que lloran... Dichosos los perseguidos...». ¿No es esto el mundo al revés? Desde una perspectiva humana y carente de trascendencia, ciertamente que es el mundo al revés. A los ojos del mundo, la felicidad pasa por tenerlo y poseerlo. Pero tan sólo la verdadera sabiduría nos hace dar cuenta de que el tener y el poseer acaba agobiando el corazón del hombre, como nos dice Jesús (cf. Lc 21,34), y nos priva de vernos cómo somos realmente, nuestra propia indigencia, nuestra poca cosa y la precariedad de la vida. Y también, nos «priva de pensar en nosotros mismos», como anotaba admirablemente Blaise Pascal en sus Pensamientos (1). Por eso, necesitamos la sabiduría auténtica del hombre justo. Nos lo afirmaba el libro de la Sabiduría en la primera lectura, empleando un cierto tono de ironía, al menos a los ojos de este mundo: «En poco tiempo lo justo había llegado a la madurez propia de una larga vida. El Señor se había complacido en su alma, y por eso le sacó deprisa de ese mundo malo. La gente que lo veía no lo entendía; no sabían darse cuenta de que Dios da a sus elegidos la gracia y la misericordia, y que vendrá a visitar a sus santos». La realidad de la muerte nos hace experimentar nuestra absoluta pobreza en los ojos de este mundo. Nos hace palpar lo que significa ser hombres y mujeres en este mundo. Nos hace ver que nunca seremos dueños de la vida corporal. Esto cuesta aceptar, pero es la clave del secreto, el secreto del hombre sabio y justo alabado en las Escrituras. Entonces es cuando se entiende que se diga: «Te alabamos, Señor, por nuestra hermana, la muerte corporal, de la que ningún viviente puede escapar»; porque, queridos y queridas, este Cantar de San Francisco, es realmente un canto a la vida. Una vida que se siente en manos de un Dios Creador y providente. Una vida rebosante de esperanza de eternidad. «Os invito a la esperanza», afirma nuestro Papa ?de nombre también Francisco? en la encíclica Fratelli tutti. Una esperanza «que nos habla de una realidad que está arraigada en el interior del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en los que vive». Esa esperanza «nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida exitosa, de un querer tocar las cosas grandes, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia valores importantes», hacia los valores eternos. «Caminemos, en esperanza», hasta nuestro encuentro con Dios, nuestro Señor (2) .
La vida de nuestro querido obispo Francisco ha sido rebosante de este andar en esperanza. Nacido en Torrelles de Foix en 1946, sintió la vocación en el ministerio sacer-dotal de joven y entró en el Seminario de Barcelona. Obtuvo la licenciatura en teología en la Facultad de Teología de Cataluña y fue ordenado presbítero en 1973, siendo hasta 1980 vicario de las parroquias de Santa María y de la Santísima Trinidad de Vilafranca del Penedès, de donde fue también arcipreste. De 1980 a 1997, fue Rector de San Sadurní de Anoia, donde fundó una cooperativa que promovió la construcción de viviendas sociales en el barrio Vilarnau. Fue consiliario diocesano del Movimiento Familiar Rural y de los Jóvenes Rurales (JARC) y Vicario Episcopal del Penedès, Anoia y Garraf en 1990. Después, fue Rector de Monistrol de Anoia, y de 1993 hasta 2006, director del Centro de Estudios Paso. En esta etapa adquirió un amplio conocimiento del clero y de los laicos y laicas de las diversas diócesis catalanas. En 1993 formó parte de la Comisión diocesana para la preparación del Concilio Provincial Tarraconense, siendo además miembro de una ponencia. Precisamente, con motivo del vigésimo quinto aniversario de este Concilio, afirmaba que «convocar al Concilio, el mismo trabajo diocesano, la celebración de las sesiones conciliares, las resoluciones y todo el conjunto no fue más que un don del Espíritu Santo» y «un acto de confianza en las posibilidades de nuestras Iglesias». (3)
En 1997 se convirtió en Rector de Sant Esteve de Granollers, y de 1999 a 2004 fue también arcipreste y después Vicario Episcopal del Vallès Oriental cuando, al crearse la diócesis de Terrassa en 2004, se incorporó como General para Deco y en Vicario y de Vicario. Por sus cargos, fue miembro de los Consejos Presbiteral y Pastoral y del Colegio de Consultores, primero en la archidiócesis de Barcelona y, después, en Terrassa.
El 16 de julio de 2008 el papa Benedicto XVI le nombró obispo de Girona. Recibió la ordenación episcopal el 19 de octubre del mismo año, el domingo dedicado a las Misiones, tomando posesión de la diócesis el mismo día.
En el ámbito de la Conferencia Episcopal Española, fue miembro de las Comisiones de Pastoral y de Pastoral Social y Promoción Humana, dentro de la cual fue responsable del Turismo y del Ocio y de la Pastoral de la Salud. En relación con esta última responsabilidad, es recordada sobre todo su entrega y dedicación, predicando un fuerte vínculo de solidaridad con el dolor y la enfermedad dadas también sus circunstancias personales.
En el ámbito de la Conferencia Episcopal Tarraconense ha ejercido de obispo delegado del Secretariado Interdiocesano de Pastoral de Juventud, del Apostolado Seglar, de la Pastoral Obrera y, sobre todo, del Secretariado Interdiocesano de Conservación y Pro-moción del Arte Sagrado (SICPAS). A él debemos la constitución hace diez años de Catalonia Sacra ?que era como la niña de sus ojos?, a fin de divulgar y dar a conocer pastoral y culturalmente el patrimonio eclesial de nuestras diócesis catalanas. Cabe decir que amaba entrañable y profundamente a Cataluña ya su gente, preocupado por poder enviar en todo momento a las nuevas generaciones la belleza de la fe, expresada secularmente en el legado cultural, patrimonial y artístico de nuestra Iglesia. Por otro lado, menciono también que en 2017 fue nombrado hijo predilecto de Torrelles de Foix, su pueblo natal.
Como obispo, ha sido misionero incansable, con una actividad que le ocupaba plena y totalmente. Todos los que hemos colaborado con él podemos corroborarlo. También, los hermanos obispos lo vivimos en nuestro último encuentro, en Roma, en la Visita Ad Limina hace poco más de dos meses, cuando ya no podía con sus fuerzas, pero, con un esfuerzo extraordinario, participó en todos y cada uno de los encuentros y reuniones y, especialmente, en el encuentro con el papa Francisco. Cabe decir que era un obispo que, allí donde verdaderamente disfrutaba, era yendo a las parroquias donde, entre la gente, le salía lo mejor de sí mismo. Gaudia estando presente en encuentros y encuentros y en la visita de cada una de las cerca de 400 parroquias de la diócesis gerundense. Como muchos de los que hoy están aquí, lo pude comprobar en las parroquias a mi cargo cuando era presbítero diocesano de Girona.
Ahora, la «hermana muerte», como decía san Francisco, ha llevado a nuestro querido obispo a la otra orilla. Ha llegado a la casa del Padre, en la patria celestial, y nos deja todo su legado de generosa entrega. Legado de pastor, como hemos rezado en el Salmo. Ha dejado escrito en su testamento espiritual: «Doy gracias [...] de haberme escogido pastor, a semejanza de Cristo el buen Pastor, de la Iglesia de Gerona, a la que amo con todas mis fuerzas ya la que he procurado servir durante estos años». (4)
Queridos y queridas. También a nosotros nos vendrá a buscar la «hermana muerte», no sabemos cuándo ni cómo, pero eso no debe darnos miedo ni angustia. Nos reencontraremos con la infinita misericordia de Dios para no separarnos nunca más. Pero debemos reconocer que asumir con esperanza la realidad de la muerte, condicionados como estamos por nuestra cultura secularizada y materialista, no es fácil. Debemos ayudar a hacer creíble, sobre todo a las nuevas generaciones, que la vida no nos pertenece, que es un don eterno que hemos recibido de nuestros padres y de Dios, y que estamos llamados a vivirla con plenitud, a darla por amor. Porque el amor que emana de Dios a través de Jesús, aquel Amor predicado y vivido tantas veces por nuestro amado obispo, pide eternidad. Amor para siempre. Y todos nosotros, a los que nos unía con él la sangre y la familia, la amistad, el ministerio, la fe..., todos nosotros debemos tomar y aprender que amar desprende eternidad. Cuando recordamos al obispo Francisco, cuando le pedimos que reza, cerca del Padre por nosotros, cuando recordemos vivencias con él, cuando oremos por él, el cariño que irá ligado a la oración ya ese recuerdo, será un cariño que trae semilla de eternidad para él. Para él y todos nosotros.
Cuando experimentamos que el amor no ocurre nunca, la muerte se convierte en un paso de las realidades contingentes a las realidades que perduran, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida. «Ut vitam habeatis» [para que tenga vida]. Precisamente, éste era el lema episcopal del obispo Francisco. Tomado del epílogo del Evangelio de san Juan (20,31), debemos decir que todo su ministerio ha tenido esta finalidad. Porque «creed que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y, creyente, tenga vida en su nombre». Él, siguiendo las huellas del discípulo autor de la primera Carta de san Juan que hemos escuchado en la segunda lectura, nos ha hablado «de la Palabra de la vida»; él nos ha «dado testigo», «y nos ha anunciado la vida eterna». Él mismo lo ha dejado grabado desde el corazón en su testamento espiritual. Dice: «Escogí mi lema episcopal “ut vitam habeatis” por la convicción de que Jesucristo es la Vida y yo he querido dejarle el corazón, las manos, los pies, los ojos, la boca, las orejas... todo mi ser para que comunicara su vida». (5)
El cristiano ve la muerte y cree en la vida, porque sabe que la muerte es el umbral de la existencia plena que Dios quiere para la humanidad. De esta plenitud tenemos una cata anticipada en la eucaristía, que nos inserta en el misterio de muerte y vida de Jesucristo, nos estrecha la comunión con todos los santos y nos lleva a la oración de sufragio por los difuntos, y hoy, concretamente, por nuestro hermano Francisco.
Que Santa María, Madre de Dios, titular de esta santa Iglesia Catedral, y San Narciso, patrón de la ciudad y de la diócesis, intercedan por el obispo Francisco, y nosotros, que sigamos peregrinando en este mundo, podamos seguir sus huellas de inquietud por la causa del Evangelio, de donación y entrega. Y, pensando en el presente y en el futuro inmediato de esta querida diócesis de Girona, rogamos para que se cumpla lo que por San Narciso cantamos en sus gozos:
Ya que sois de esta tierra
el caudillo más esforzado,
protéjala en tiempo de guerra,
de malura o bien de aguacero!
Manténgale la energía
y la fe arraigada en el corazón!
Defiéndennos día y noche,
Narciso, mártir del Señor.
Amén.
1) Blaise PASCAL, Pensamientos, n. 171.
2) Francisco, Carta Encíclica Fratelli tutti, sobre la fraternidad y la amistad social (3-X-2020), n. 55: DdE 1116 (2021) 12.
3) Francesc PARDO, Presentación del libro: A los 25 años del Concilio Provincial Tarraconense. Con fidelidad y libertad, Barcelona: Claret 2020, en la librería Empúries de Girona, el día 27 de febrero de 2020.
4) Francisco PARDO, Testamento Espiritual», 2021.
5) Íbido