
"El mensaje del Evangelio es nuestro tesoro", recordó el arzobispo Joan Planellas y presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense, en su homilía de la Misa del Crisma que presidió la tarde del Martes Santo en la catedral gerundense. En el transcurso de esta eucaristía se procedió a la bendición de los Santos Aceites que durante el año se utilizan en las administraciones sacramentales que lo requieran. También los presbíteros presentes, más de medio centenar, junto al obispo emérito de Girona, Mons. Carlos Soler, renovaron sus promesas sacerdotales.
En sus palabras el arzobispo Juan hizo memoria del obispo Francisco que hace dos años debía acompañarle en su primera Misa Crismal en la catedral de Tarragona. No pudo ser por causa de la pandemia y ahora era él quien se encontraba en Girona, pero sin el obispo Francisco: "las previsiones son unas y los caminos que Dios nos ruega son otros. Es él quien guía y lleva el timón de la Iglesia, y no nosotros".
Más adelante recordaba que: "la Iglesia de hoy no deja de tener muchas semejanzas con la de los primeros cristianos, y los que nos esforzamos por vivir de forma coherente nuestra fe somos un pequeño rebaño". Igualmente reconocía que "el mensaje del Evangelio es nuestro tesoro y es siempre pertinente. Este mensaje evangélico que tiene unos valores excepcionales en tiempos de crisis es necesario que nos planteemos de qué forma podemos comunicarlo. Preguntas que conforman el sentido y el alcance del Sínodo convocado por el papa Francisco".
En la última parte de la homilía, Mons. Planellas apuntó que la mejor manera de comunicar este mensaje radica "en la cotidianidad de Nazaret", un regresar a Nazaret que ya señalaba el obispo Jaume Camprodon de forma profética, cuando valoraba aquella etapa de la vida de Jesús que había que revivir, asegurando que "situada en Nazaret la Iglesia se rejuvenecerá, y se volverá a rejuvenecer." También es una etapa que el hoy beato y próximamente santo, Charles de Foucauld, quien define esta esta “espiritualidad de Nazaret, con sus rasgos: oración, trabajo y un puesto de obediencia.
Cerró la homilía dirigiéndose especialmente a los presbíteros y diáconos presentes a los que recordó que había que “mantener el tono optimista del cristianismo de los primeros siglos”, por medio de dos vinculaciones que ya señalaba el papa Francisco en una carta a los presbíteros de hace tres años: la primera, con Jesús y la segunda con los complejos y los “recobrar el coraje”. Palabras similares a las que empleaba Mn. Lluís Suñer, en la convocatoria de la Misa Crismal: “Os aliento a ser fuertes y esperanzados en el futuro”. La homilía culminaba con estos términos: “No sufría, no está solo, estamos unidos a la oración y en la oración de toda la Iglesia y, si me lo permite también que se lo diga a la oración de la Iglesia que peregrina a Tarragona”.
Bendición de los Santos Aceites y renovación de las promesas sacerdotales
La celebración continuó con la bendición de los Santos Óleos, que sólo pueden hacer los obispos. Son introducidos en tres jarras, que una vez finalizada la celebración, recogen a los representantes de las parroquias.
Igualmente, los ministros presentes renovaron públicamente sus promesas sacerdotales. Este año celebraban el medio siglo de su ordenación, Mn. Cosme Badia y Bellvehí, Mn. Joan Güell Noguer y Mn. Lluís Suñer y Roca. También se hizo memoria de Mn. Pedro Gubau y Valls, difunto. Celebraban sus veinticinco años de presbiterado, Mn. Ferran Jarabo y Carbonell y Mn. Jordi Reixach y Masachs.
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