Este domingo, 24 de septiembre, la Iglesia celebra la 109 Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado. El Papa ha hecho público un mensaje, titulado «Libres de elegir si migrar o quedarse», del que le ofrecemos unos fragmentos para su reflexión.
- «La fuga de la Sagrada Familia a Egipto no fue fruto de una decisión libre, como tampoco lo fueron muchas de las migraciones que han marcado la historia del pueblo de Israel. Migrar debería ser siempre una decisión libre; pero, en muchos casos, hoy tampoco lo es. Conflictos, desastres naturales, o más sencillamente la imposibilidad de vivir una vida digna y próspera en la propia tierra de origen obligan a millones de personas a marcharse.»
- «Los migrantes escapan por la pobreza, por el miedo, por la desesperación. Para eliminar estas causas y acabar finalmente con las migraciones forzadas es necesario el trabajo común de todos, cada uno de acuerdo a sus responsabilidades. Es un compromiso que empieza por preguntarnos qué podemos hacer, pero también qué debemos dejar de hacer. Debemos esforzarnos por detener la carrera de armamento, el colonialismo económico, la usurpación de los recursos ajenos, la devastación de nuestra casa común.»
- «Es necesario un esfuerzo conjunto de cada uno de los países y de la comunidad internacional para que se asegure a todo el mundo el derecho a no tener que emigrar, es decir, la posibilidad de vivir en paz y con dignidad en la propia tierra. Se trata de un derecho todavía no codificado, pero de importancia fundamental, cuya garantía se comprende como corresponsabilidad de todos los Estados respecto a un bien común que va más allá de los límites nacionales.»
- "Porque tenía hambre, y me diste comida; tenía sed, y me diste beber; era forastero, y me acogió; iba desnudo, y me viste; estaba enfermo, y me visitó; estaba en la cárcel, y visteis a verme" (Mt 25,35. Estas palabras resuenan como una exhortación constante a reconocer en el migrante no sólo a un hermano o hermana en dificultad, sino a Cristo mismo que llama a nuestra puerta. Por eso, mientras trabajamos para que todas las migraciones puedan ser fruto de una decisión libre, estamos llamados a tener el máximo respeto por la dignidad de cada migrante».
- «Lo importante es que haya siempre una comunidad dispuesta a acoger, proteger, promover e integrar a todo el mundo, sin distinción y sin dejar fuera a nadie. El camino sinodal que, como Iglesia, hemos emprendido, nos lleva a ver en las personas más vulnerables —y entre ellas a muchos migrantes y refugiados— compañeros de viaje especiales que debemos amar y cuidar como hermanos y hermanas. Sólo andando juntos podremos ir lejos y alcanzar la meta común de nuestro viaje».