
Buena parte del clero de nuestra diócesis se dio cita ayer en la catedral en la Misa Crismal que fue presidida por el arzobispo de Tarragona, Mons. Juan Planellas. A lo largo de la celebración se renuevan las promesas sacerdotales y también se tiene un recuerdo para aquellos que conmemoran su boda de ordenación. Este año han sido siete presbíteros que han hecho la boda de oro: Mn. Pedro Carreras, Mn. Josep Perich, Mn. Ramon Pijuan, Mn. Josep M. Pont (+), Mn. Narciso Ponsatí, Mn. Miquel Ramió y Mn. Josep Taberner. Por otro lado, el padre capuchino Lluís Arrom, ha celebrado las de plata.
Mn. Joan Planellas mostró la alegría en la que se encuentra la comunidad cristiana de Girona a raíz de la ordenación del obispo fray Octavi Vilà: “Nos llega como un soplo que se espera que, en toda la diócesis, pueda señalar, también, un año de gracia del Señor”. Añadió que "El P. Octavi, hijo de Tarragona, sube a Girona, como yo mismo bajé a Tarragona y se hace visible una vez más una Iglesia que camina por tierras catalanas, del norte al sur, compartiendo lo que somos y nuestras más profundas raíces cristianas".
A lo largo de la homilía, Mn. Planellas invitó a la unidad del clero en un momento trascendental como es la celebración del Sínodo: "Es la hora de aceptarnos, de trabajar más conjuntamente, de amarnos a pesar de ser bien distintos y diversos, siendo compatibles y trabajadores".
Uno de los momentos importantes de la misa es la bendición de los santos óleos y la consagración del crisma, de ahí el nombre de la misa. Los aceites se utilizan en las iglesias para ungir a los catecúmenos ya los enfermos, mientras que el crisma (también aceite, pero perfumado) es utilizado para ungir a los nuevos sacerdotes y obispos, y también a aquellos que se bautizan o confirman. El crisma consagrado ayer, por ejemplo, servirá para la consagración de fray Octavi el próximo domingo día 21 como obispo de Girona.
Una vez terminada la misa, los aceites y el crisma fueron trasladados con sus correspondientes jarras en una capilla de la catedral. Allí fueron puestos en recipientes para que los propios presbíteros o sus representantes parroquiales cogieran de ellos para sus parroquias.