
«La palabra está muy cerca de ti; la tienes en los labios, la tienes en el corazón» (Rm 10,8)
El Concilio Vaticano II subraya dos características principales de este tiempo de Cuaresma que apenas iniciamos: el carácter bautismal y el carácter penitencial. Dos aspectos íntimamente unidos y relacionados uno con otro. La Cuaresma está muy marcada por la preparación de los catecúmenos para el bautismo, que tiene en el Velatorio Pascual su culminación, cuando recordamos el misterio central de nuestra fe, cuando aquel cuerpo que fue muerto en la cruz, fue devuelto por el Espíritu a la vida.
Este camino cuaresmal lo vivimos de forma comunitaria, en comunión eclesial; cada comunidad parroquial o religiosa en comunión con la comunidad que todas ellas forman, que es la Iglesia particular y todas las iglesias particulares unidas por el vínculo de la caridad formando a la Iglesia universal. Es éste un tiempo de conversión que culmina con la renovación de las promesas bautismales en la noche santa de la Pascua para los ya bautizados y en la recepción de los tres sacramentos de iniciación: bautismo, confirmación y Eucaristía, para los catecúmenos. Para una parte de la Iglesia diocesana de Gerona esta Cuaresma es, pues, un tiempo doblemente privilegiado porque unimos a nuestro propio camino hacia la Pascua el de los catecúmenos a los que el Señor bondadoso y recto quiere mostrar y enseñar el buen camino y encaminarlos hacia Él.
A lo largo de este camino los catecúmenos profundizan en la Palabra, en la doctrina, en la oración; todo ello expresado por los diferentes ritos, porque la fe se expresa en la Iglesia por medio de la liturgia como herramienta fundamental. Lo hacen en comunidad, porque la fe es por ser vivida en comunión con todo el pueblo de Dios, con toda la Iglesia. Pero fundamentalmente este camino es personal y deben vivirlo interiormente con fuerza, conscientes del compromiso que quieren adquirir. Es un camino que culmina con ese bautismo por el agua y por el Espíritu, que nos viene por Jesucristo, muerte y resucitado.
En una sociedad que calificamos a menudo como alejada de Dios, indiferente a la trascendencia, cada año un buen grupo de chicos y chicas, de jóvenes y adultos, llama a la puerta de una u otra parroquia y manifiesta su voluntad de incorporarse a la Iglesia de Cristo. El Señor sigue gritando, el hombre se sigue preguntando sobre su dimensión espiritual y Dios se sigue haciendo encuentro cuando nos plantea la pregunta clave que Jesús hacía a sus apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». (Mt 16,15).
Los catecúmenos son una alegría para la Iglesia y para nosotros que ya formamos parte, una llamada a vivir nuestra fe con fidelidad, amor y esperanza.
+ fray Octavio,
obispo de Girona