
El prior y portavoz del monasterio de Montserrat, el P. Bernat Juliol (Girona, 1978), fue el encargado de dirigir el remanso de Cuaresma para presbíteros y diáconos del Obispado de Girona, que tuvo lugar el martes 1 de marzo en la Casa Santa Elena de Solius. Bajo el lema "La bondad de Dios te invita a la conversión", el P. Bernat dividió la sesión en dos ponencias, con un rato intermedio para la reflexión.
En la primera, titulada «Jesús, pasando, vio a un hombre que era ciego de nacimiento», explicó que la conversión es una «experiencia fundante», pero que Dios «sigue llamando cada día», y recalcó que «el encuentro con Cristo no es con el Dios de la ira sino con el del amor y la misericordia». «Cristo ocurre, no tenemos ninguna duda. La duda es si la reconocemos o no, si sabemos verla o contemplarla», afirmó también, al tiempo que indicó que «si queremos hacer la experiencia personal con Cristo hay que disponer y velar por nuestra mirada». En este sentido, invitó a los asistentes a «ir siguiendo un camino que nos lleva hacia la interioridad para que después podamos elevarnos hacia la contemplación de aquel que es rostro de misericordia». Y puso de ejemplo a Jesús, en la experiencia en Getsemaní: «la soledad le llevó hacia la comunión con el Padre». También puso de relieve la importancia del silencio: «la experiencia espiritual nace y madura en el silencio». Y cerró la ponencia haciendo un llamamiento a «ser capaces de mirar a Cristo, reconocerle, transformarnos y ser fuente de transformación para los demás».
La segunda parte, titulada «Vi a Jesús allá de pie, pero no se daba cuenta de que fuera él», estuvo centrada en presentar algunas ideas que hacen difícil la predicación de Jesús en el mundo contemporáneo. El P. Bernat las relacionó con las dificultades que se han producido a lo largo de la historia del cristianismo, asegurando que no se trata de problemas nuevos, sino que «son los mismos argumentos que hace 2.000 años». Citó, en primer lugar, la subjetividad, «cuya dictadura del relativismo hablaba Benedicto XVI», y puso sobre la mesa el creciente rechazo al pensamiento metafísico existente en nuestra sociedad. Una segunda idea fue la negación de Cristo como Salvador: «el Cristo de la historia es el mismo que el de la fe», remarcó, y enseguida fue enumerando diferentes herejías a lo largo de la historia, actualizando sus contenidos a las corrientes actuales. Una tercera y última dificultad que resaltó fue la que él llamó «neoiconoclastia», y que presentó como el interés actual por arrinconar a la Iglesia de la vida pública.