
Este próximo domingo, 22 de mayo, la Iglesia celebra la Pascua del Enfermo, fecha en la que cierra la llamada "Campaña del enfermo", que comenzó el 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes. Este año ha llevado por el lema "Acompañar en el sufrimiento", con el objetivo de sensibilizar sobre la necesidad de asistir a los enfermos y quienes les cuidan. En su mensaje, el papa Francisco recuerda, con agradecimiento, que en este tiempo se ha adelantado bastante, pero, puntualiza, que «todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo pastoral».
Mensaje completo:
«SEAD MISERICORDIOSOS COMO SU PADRE ES MISERICORDIOSO» (Lc 6,36). SER AL LADO DE LOS QUIENES PUEDEN EN UN CAMINO DE CARIDAD
Mensaje del Santo Padre Francisco para la XXX Jornada Mundial del Enfermo (11 de febrero de 2022)
Estimados hermanos y hermanas,
Hace treinta años, san Juan Pablo II instituyó la Jornada Mundial del Enfermo para sensibilizar al pueblo de Dios, las instituciones sanitarias católicas y la sociedad civil sobre la necesidad de asistir a los enfermos y quienes les cuidan. [1]
Estamos agradecidos al Señor por el camino realizado en las Iglesias locales de todo el mundo durante estos años. Se ha avanzado bastante, pero todavía queda mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado. Que la XXX Jornada Mundial del Enfermo —cuya celebración conclusiva no tendrá lugar en Arequipa, Perú, por razón de la pandemia, sino en la Basílica de San Pedro en el Vaticano— pueda ayudarnos a crecer en el servicio y en la proximidad a las personas enfermas y sus familias.
1. Misericordiosos como el Padre
El tema escogido para esta treintena Jornada, «Sed misericordiosos como tu Padre es misericordioso» (Lc 6,36), nos hace girar la mirada hacia Dios «rico en misericordia» (Ef 2,4), que siempre mira a sus hijos con amor de padre, incluso cuando éstos se alejan. De hecho, la misericordia es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que él realiza. Es bastante y ternura a la vez. Por eso podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad (cf. Is 49,15), porque él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu Santo.
2. Jesús, misericordia del Padre
El testimonio supremo del amor misericordioso del Padre a los enfermos es su Hijo unigénito. ¡Cuántas veces los Evangelios nos narran los encuentros de Jesús con personas que padecen diferentes enfermedades! Él «recorría todo Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando la buena nueva del Reino y curando entre el pueblo enfermedades y achaques de todo tipo» (Mt 4,23). Podemos preguntarnos: ¿por qué esta atención particular de Jesús por los enfermos, hasta el punto de que se convierte también en la obra principal de la misión de los Apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar el Evangelio ya curar a los enfermos? (cf. Lc 9,2).
Un pensador del siglo XX nos sugiere una motivación: «El dolor aísla completamente y es de ese aislamiento absoluto de donde surge la llamada al otro, la invocación al otro.» [2] Cuando una persona experimenta en su propia carne la fragilidad y el sufrimiento provocados por la enfermedad, también su corazón se entristece, el miedo crece, los interrogantes se multiplican; encontrar la respuesta a la pregunta sobre el sentido de todo lo que ocurre es cada vez más urgente. Como no recordar a los numerosos enfermos que, durante este tiempo de pandemia, han vivido en la soledad de una unidad de cuidados intensivos la última etapa de su existencia atendidos, sin duda, por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos y de las personas más importantes de su vida terrenal. He aquí, pues, la importancia de contar con la presencia de testigos de la caridad de Dios que viertan sobre las heridas de los enfermos el aceite del consuelo y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre. [3]
3. Tocar la carne sufriente de Cristo
La invitación de Jesús a ser misericordiosos como el Padre adquiere un particular significado para los agentes sanitarios. Pienso en los médicos, enfermeros, técnicos de laboratorio, en el personal encargado de asistir y cuidar a los enfermos, así como en los numerosos voluntarios que dan un tiempo precioso a quienes sufren. Estimados agentes sanitarios, su servicio junto a los enfermos, realizado con amor y competencia, trasciende los límites de la profesión para convertirse en una misión. Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre. Sea consciente de la gran dignidad de su profesión, así como también de la responsabilidad que ésta comporta.
Bendicimos al Señor por los progresos que la ciencia médica ha realizado, sobre todo en estos últimos tiempos. Las nuevas tecnologías han permitido desarrollar tratamientos muy beneficiosos para las personas enfermas; la investigación sigue aportando su valiosa contribución para erradicar enfermedades antiguas y nuevas; la medicina de rehabilitación ha desarrollado significativamente sus conocimientos y competencias. Sin embargo, todo esto no debe hacernos olvidar la singularidad de cada persona enferma, con su dignidad y sus debilidades. [4] El enfermo es siempre más importante que su enfermedad y por eso cada enfoque terapéutico no puede prescindir de escuchar al paciente, su historia, sus angustias y sus miedos. Incluso cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar, siempre es posible consolar, siempre es posible hacer sentir una proximidad que muestra interés por la persona antes que por su patología. Por eso espero que la formación profesional capacite a los agentes sanitarios para saber escuchar y relacionarse con el enfermo .
4. Los centros de asistencia sanitaria, casas de misericordia
La Jornada Mundial del Enfermo es también una ocasión propicia para centrar nuestra atención en los centros de asistencia sanitaria. A lo largo de los siglos, la misericordia por los enfermos ha llevado a la comunidad cristiana a abrir innumerables «hostales del buen samaritano», para acoger y curar a enfermos de cualquier tipo, sobre todo aquellos que no encontraban respuesta a sus necesidades sanitarias, por razón de la pobreza o de la exclusión social, o por las dificultades a la hora. En estas situaciones son sobre todo los niños, las personas mayores y las personas más frágiles quienes sufren las peores consecuencias. Muchos misioneros, misericordiosos como el Padre, acompañaron al anuncio del Evangelio con la construcción de hospitales, dispensarios y centros de salud. Son obras valiosas mediante las cuales la caridad cristiana ha tomado forma y el amor de Cristo, testimoniado por sus discípulos, se ha vuelto más creíble. Pienso sobre todo en los habitantes de las zonas más pobres del planeta, donde a veces es necesario recorrer largas distancias para encontrar centros de asistencia sanitaria que, aunque cuentan con recursos limitados, ofrecen todo lo que tienen a su disposición. Todavía existe un largo camino por recorrer y en algunos países recibir un tratamiento adecuado sigue siendo un lujo. Lo demuestra, por ejemplo, la falta de disponibilidad de vacunas contra el virus de la Covid-19 en los países más pobres; pero más aún la falta de tratamientos para patologías que requieren medicamentos mucho más sencillos.
En este contexto, quiero reafirmar la importancia de las instituciones sanitarias católicas: son un precioso tesoro a custodiar y sostener; su presencia ha caracterizado la historia de la Iglesia por su proximidad a los enfermos más pobres ya las situaciones más olvidadas. [5] ¡ Cuántos fundadores de familias religiosas han sabido escuchar el grito de hermanos y hermanas que no disponían de acceso a los tratamientos sanitarios o que no estaban bien atendidos y se han entregado a su servicio! Aún hoy en día, incluso en los países más desarrollados, su presencia es una bendición, porque siempre pueden ofrecer, además de la curación del cuerpo con toda la pericia necesaria, también esa caridad gracias a la cual los enfermos y sus familiares ocupan un lugar central. En una época en la que la cultura del rechazo está muy difundida ya la vida no siempre se le reconoce la dignidad de ser acogida y vivida, estas estructuras, como casas de la misericordia, pueden ser un ejemplo en la protección y cuidado de cualquier existencia, incluso de la más frágil, desde su concepción hasta su fin natural.
5. La misericordia pastoral: presencia y proximidad
A lo largo de estos treinta años, el servicio indispensable que realiza la pastoral de la salud se ha reconocido cada vez más. Si la peor discriminación que sufren los pobres -y los enfermos son pobres en salud- es la falta de atención espiritual, no podemos dejar de ofrecerles la proximidad de Dios, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y madurez en la fe. [6] En este sentido, quisiera recordar que la proximidad a los enfermos y su atención pastoral no sólo es una tarea de algunos ministros específicamente dedicados a ello; visitar a los enfermos es una invitación que Cristo hace a todos sus discípulos. ¡Cuántos enfermos y cuántas personas mayores viven en su casa y esperan una visita! El ministerio de la consolación es responsabilidad de todo bautizado consciente de la palabra de Jesús: «Estaba enfermo y me visitóis» (Mt 25,36).
Estimados hermanos y hermanas, encomiendo a todos los enfermos ya sus familias a la intercesión de María, salud de los enfermos. Que unidos a Cristo, que lleva sobre sí el dolor del mundo, puedan encontrar sentido, consuelo y confianza. Ruego por todos los agentes sanitarios para que, llenos de misericordia, ofrezcan a los pacientes, además de los cuidados adecuados, su proximidad fraternal.
Imparto a todo el mundo con cariño la bendición apostólica.
Francisco
Roma, San Juan de Letrán, 10 de diciembre de 2021, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Loreto.
[1] Cf. Carta al cardenal Fiorenzo Angelini, presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, con motivo de la institución de la Jornada Mundial del Enfermo (13 de mayo de 1992).
2 E. Lévinas, « Uno éthique del sufrimiento », a Sufrimientos. Corps et âme, épreuves partagées , J.-M. von Kaenel edit., En otro caso, París 1994, p. 133-135.
[3] Cf. Misal Romano , Prefacio Común VIII, Jesús, buen samaritano .
[4] Cf. Discurso en la Federación Nacional de los Colegios de Médicos y Cirujanos Dentales (20 de septiembre de 2019).
[5] Cf. Ángelus desde el Policlínico «Gemelli» de Roma (11 de julio de 2021).
[6] Cf. Exhorto. ap. Evangelii gaudium (24 de noviembre de 2013), 200.