
Os ofrecemos el texto completo de la homilía que ha pronunciado esta mañana el administrador diocesano, Mn. Lluís Suñer, durante la Solemne Misa Mayor de San Narciso, patrón de la ciudad de Girona y de la diócesis. La celebración ha tenido lugar en la Basílica de San Félix de Girona (abajo podréis ver el vídeo completo).
Hoy celebramos la fiesta de nuestro patrón, san Narciso. Las Ferias son algo como las fiestas de la entrada del invierno. Los que ya somos mayores recordamos que estos días la buena gente de los pueblos que veníamos en las ferias de Girona nos poníamos abrigos y bufandas para iniciar la nueva estación. Ahora, con esto del cambio climático, parece que el frío llegue más tarde. Sea como fuere, con frío o con lluvia o con sol, son las Ferias de Girona.
La fiesta es algo más que un buen repique de campanas, o una buena comida o cena, o no trabajar, o hacer que la ciudad se mueva a ritmo de espectáculos de sardanas o ferias en la calle. La fiesta es celebración gozosa, comunitaria, que hace posible que nos encontremos con familiares y amigos y que los ciudadanos se sientan satisfechos de lo que son y de la ciudad que les ha gestado o los ha acogido.
Toda fiesta es inseparable de la celebración. Todo lo que es festivo en el plano humano, sea en el orden político, cultural o religioso; todo lo festivo para una ciudad, para una persona, para una familia o para cualquier otro colectivo, tiende a celebrarse. Cataluña celebra el 11 de Septiembre; las personas celebramos el cumpleaños del nacimiento o de la boda; los cristianos, además de los domingos y la fiesta de los patronos, celebramos Pascua y Navidad.
Lo festivo, bueno y amable para el ser humano, lo celebramos.
Sin embargo, no podemos confundir la fiesta con las vacaciones o con la simple diversión. Cada cosa tiene su valor e importancia. Las vacaciones son necesarias: es necesario descansar del trabajo estresante durante el año y tener más tiempo para la familia o para los amigos, pero las vacaciones no son las fiestas de una ciudad ni son una fiesta religiosa o familiar. La diversión es necesaria, pero no es lo mismo pasárselo bien que celebrar algo.
Lo que a menudo nos ocurre es que estamos vaciando de sentido nuestra vida social y cultural, e incluso la vida cristiana. Lo estamos vaciando de contenido y nos encontramos con que a menudo no sabemos qué celebramos. O simplemente no celebramos nada. Ciertamente, tenemos espectáculos de todo tipo en las barracas de la Devesa o por las plazas de la ciudad. Tenemos mil cosas que consumir, pero a muchos conciudadanos tanto les da que sea San Narciso, carnaval o Navidad. Les gusta «hacer fiesta», pero no saben lo que celebramos. Nos puede pasar lo que decía el poeta: «¿Por qué queremos canciones si no tenemos nada que cantar?».
Una ciudad -la convivencia humana- se construye con algo más que con planes de urbanismo o de movilidad. Hacen falta valores y criterios válidos. Y los valores no se venden en ninguna área de supermercado ni los puede legislar ningún pleno municipal.
Si invirtiéramos en educar para la convivencia y en valores, la mitad del tiempo que invertimos en esfuerzo y dinero en armamento, o en el deporte como negocio, seguramente iríamos subiendo el listón del respeto y de la convivencia.
Nunca haremos esfuerzo suficiente para la educación en las escuelas, en la universidad, para crear un clima de honradez en las relaciones laborales o de sinceridad en las relaciones familiares.
Nunca haremos lo suficiente para crear un clima de solidaridad con quienes más sufren las consecuencias de la crisis económica y de quienes están en riesgo de exclusión social o de extrema pobreza.
Nunca haremos lo suficiente para crear un clima de diálogo entre las diferentes religiones o culturas.
Nunca haremos lo suficiente para que las diferentes opciones políticas encuentren caminos de diálogo y de entendimiento para trabajar juntos por una sociedad más justa y solidaria.
Amigos gerundenses, si de verdad queremos construir un futuro para las nuevas generaciones debemos llenar de sentido la vida en todos sus diferentes aspectos: el trabajo, el amor, la sexualidad, el ocio, la política... y la fiesta.
El contenido profundo de la fiesta no son los fuegos artificiales, que es bueno que estén allí porque nos hacen mirar hacia arriba y contemplar la belleza y la armonía de los colores y de las figuras. Ahora, el contenido profundo de la fiesta y de las ferias de Gerona es lo que creemos en el fondo de nuestra vida. No olvidemos que la cultura –y las fiestas también son cultura– es la expresión de lo que creemos, de lo que una época y una ciudad creen.
Para vivir humanamente hace falta algo más que el pan y circo de los romanos. Para vivir humanamente necesitamos el pan del espíritu: criterios, cultura, valores como la justicia, la paz, el respeto, el bien.
Y esta llamada va para todos: creyentes y no creyentes, católicos, evangelistas, musulmanes o de otras religiones. Ahora, a quienes de nosotros nos profesamos creyentes en Jesús resucitado se nos pide un poco más: que seamos testigos de Jesús y de su Evangelio con palabras y hechos... Y esto no es fácil. Como tampoco lo sería para los primeros testimonios de la fe en nuestra casa: Feliu, Narcís y tantos otros que nos han precidido en este camino. Hoy les recordamos porque gracias a ellos somos lo que somos. No podemos ayudar a crecer a unas futuras generaciones sin pasado, es decir, sin raíces. Girona no es sólo la Girona de ahora, sino el fruto de todos los que han vivido y pisado nuestra ciudad hasta el día de hoy.
Y ahora haremos Eucaristía, acción de gracias, pidiendo por Girona y los gerundenses y gerundenses, los de siempre y los que han venido como nuevos ciudadanos.