Recuerdo de la participación de los jóvenes gerundenses en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa

La experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de este año en Lisboa por parte de la juventud de nuestro Obispado de Girona ha sido parecida a la que tienen los miembros de una familia cuando se reúnen para una celebración particular: preparan desde casa lo que se llevarán para poder compartirlo con los demás, cargan lo necesario para el encuentro y se encuentran. Entonces se visualiza una familia mucho mayor. Pues así ha ocurrido con nuestra delegación diocesana. Sabemos bien que venimos de una particularidad eclesial: una parroquia, movimiento, asociación... pero esto no ha sido motivo de ruptura ni división: el hecho de ser católicos nos abre necesariamente la mirada a una vivencia universal en la fe de Jesucristo y todos compartimos el mismo pan en la misma mesa. Por eso los encuentros previos a la JMJ fueron para todos un gran enriquecimiento y una visualización de lo que encontraríamos en Lisboa.

Pusimos en nuestra mochila los elementos necesarios para este gran encuentro de familia: la santa misa y la oración como punto neurálgico desde el que todo se sostiene. De esta forma, para cada joven el día giraba en torno a este principio, desde la mañana cuando nos levantábamos hasta medianoche cuando llegábamos al alojamiento y agradecíamos todos los bienes recibidos durante la jornada. Tener presente a Jesucristo en la Eucaristía nos confortaba: «Todo por Él, Con Él y en Él». Todos los días eran muchos kilómetros, pero lo hacían por Él. Experimentábamos muchas veces el cansancio, pero no nos quejábamos. Por el contrario, salían sonrisas e iniciativas de animación, de descanso y de ayuda mutua, como la compra de hielo para poner en el agua de todo el mundo, cargando en sus hombros a la persona que no podía caminar o acompañando a quien se había puesto enfermo. Verdaderamente salía por los poros el sentimiento de hermanos en Cristo.

La llegada del papa Francisco, el vía crucis, la víspera y la misa de envío nos ilusionó enormemente: era nuestra meta. Y en las palabras del Santo Padre encontramos un nuevo empujón. Destaco algunas: «amor en acción», «amar juntos», «no somos problema, no somos enfermedad... somos un regalo», «la Iglesia es de todos», «vosotros jóvenes que queréis cambiar el mundo, no tengan miedo», «la alegría es misionera», «el único momento en el que es lícito mirar a una persona de arriba abajo es para ayudarle- para ayudarle- para ayudarle. Estas palabras nos dieron coraje y fuerza a los miles y miles de jóvenes que nos reunimos en Lisboa.

Mn. Dagoberto Rojas,
Subdelegado de Jóvenes del Obispado de Girona