
Este pasado sábado, 1 de junio, el capuchino del convento de Arenys de Mar fray Óscar Bernaus fue ordenado presbítero por parte del obispo auxiliar de Barcelona David Abadías. Bernaus nació en 1977 en Castelldans (Les Garrigues) y es fraile capuchino del convento de Arenys desde el 2015. La ceremonia debía ser presidida, inicialmente, por el obispo de Girona, fray Octavi Vilà, pero a última hora dio positivo en cóvido y no pudo estar presente.
El programa radiofónico diocesano Iglesia Viva entrevistó a fray Óscar Bernaus unos días previos a la ordenación. Le ofrecemos un fragmento:
¿Qué le ha llevado a dar el paso al presbiterado?
En mi caso, es una vocación que nace dentro de la llamada que Dios me ha hecho a servirle como capuchino. Este llamamiento al presbiterado, que al principio no tenía nada claro, ha ido madurando con el tiempo y finalmente se ha concretado en estos últimos años. Nuestra vocación de capuchinos no es la de ser presbíteros en primer término, a pesar de que muchos de nosotros lo acabamos siendo. Ciertamente el presbiterado es una concreción muy especial porque te permite servir a Jesús haciéndolo presente en la vida de la comunidad cristiana a través de los sacramentos, convirtiéndose en todo tú como un canal de su gracia. Se trata de un don totalmente inmerecido que te hace sentir pequeño y al mismo tiempo inmensamente feliz.
¿Cuál es su labor en el convento y en la población?
En el convento hago un poco de todo. Por lo que respecta a las tareas más domésticas, estoy muy metido en la cocina, entre otros. En cuanto a la pastoral, como diácono ayudo en las celebraciones litúrgicas, predico, voy a visitar, con otros hermanos, enfermos y residencias de ancianos, para llevarles la comunión o celebrar la liturgia de la Palabra. Una tarea importante que hace unos años que estoy haciendo es acompañar en la formación a nuestros hermanos de la Tercera Orden. Aparte de esto, me dedico a lo que hacemos todos los frailes: la oración y la acogida de quienes llaman a la puerta.
Usted había sido profesor de catalán en universidades alemanas como las de Berlín y Leipzig. ¿Qué le llevó a querer ser fraile capuchino?
Pues más que lo que es el que: fue el Señor quien me trajo allí. En un momento de crisis «existencial» el Señor me llevó a Arenys de Mar, de forma muy providencial. Aquí mi fe pasó de la cabeza al corazón, por decirlo de algún modo. Supe esperado, querido, llamado. La forma de ser de los frailes, muy familiar y acogedora, sencilla, nada impostada, alegre... Emergió un deseo muy grande de ir a fondo en la vivencia de la fe como eje vertebrador de la vida aquí y así, y la figura de san Francisco me cautivó.
¿Qué aporta el mensaje de san Francisco a la sociedad de hoy?
La radicalidad del seguimiento de Dios que parte de una conciencia muy clara de saberse querido, que te lleva a quererle conocer y amar más y más, y que esto sólo es posible en comunidad, en fraternidad, poniéndolo a Él en el centro. San Francisco nos enseña a no poner obstáculos (ni convertirse en obstáculos) a Dios, que se nos da para que se convierta en un don para los demás. Estamos hechos y constituidos íntimamente por la comunión y para la comunión, para el encuentro con Dios y con los demás. Por eso la desapropiación es tan importante para san Francisco: vivir sin apegos te hace libre y te abre a la gracia de Dios, que es puro don y gratuidad.
Fotografía: Martí Santiago