
«Su madre conservaba todos estos recuerdos en su corazón» (Lc 2,51)
El domingo después de Navidad la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Família. Se amplía así la contemplación del nacimiento de Jesús a María, su madre, ya José, el hombre fiel. Siempre es un momento para meditar sobre el papel que la familia juega dentro de la Iglesia, y por extensión dentro de la propia sociedad. Durante los últimos años, esta institución básica e inamovible de nuestra sociedad durante siglos, se ha visto sacudida por múltiples convulsiones que representan un verdadero cambio de paradigma y también, y sobre todo, un peligro para su subsistencia.
Este domingo en todo el mundo, en todas las diócesis y coincidiendo con la fiesta de la Sagrada Familia, la Iglesia inicia el año jubilar 2025, inaugurado por el papa Francisco en Roma en la víspera de Navidad. En la oración del Jubileo decimos: «Que vuestra gracia nos transforme en sembradores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y la creación.» Sembradores del Evangelio es una buena definición para los cristianos, para los creyentes. Debemos sembrar esta semilla por todas partes, en primer lugar en el seno de nuestras familias para que arraigue la fe, no se pierda la identidad de la institución familiar y no se rompa su transmisión. El peligro que corremos es dar por perdida la batalla y abandonar esta nuestra labor de sembradores, renunciando así a la esperanza.
El papa Francisco, en la bula de convocatoria del año jubilar 2025, nos dice: «Sí, necesitamos que «derramen de esperanza» (cf. Rm 15,13) para testimoniar de manera creíble y atrayendo la fe y el amor que llevamos en el corazón; para que la fe sea gozosa y la caridad entusiasta; para que cada uno sea capaz de dar aunque sólo sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza para quien lo recibe. Pero, ¿cuál es el fundamento de nuestro esperar? Para entenderlo es bueno que nos detengamos a pensar en las razones de nuestra esperanza (cf. 1Pe 3,15).» (Spes non confundido, 18).
Ser sembradores del Evangelio es ser sembradores de esperanza. ¿No fue tal vez la tarea encomendada a María ya José? La Sagrada Família vivió la esperanza. No fue para ellos una esperanza exenta de dificultades, éstas ya surgieron pronto cuando se convirtieron en unos sin hogar o cuando tuvieron que marcharse al exilio, y las dificultades no desaparecieron hasta el final, en la misma cruz. Pero la esperanza es una carrera de fondo; quien siembra no recoge en el mismo instante en el que siembra, tiene que esperar a que la semilla germine, y sólo después puede dar un buen fruto.
Este año jubilar es una invitación a vivir la esperanza ya ser sembradores. No la desperdiciamos, no la dejamos pasar de largo, un año jubilar es siempre una oportunidad para profundizar en nuestra fe, aquella fe que vivió de forma entrañable e íntima la Sagrada Família.
+ fray Octavio,
obispo de Girona