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Oficina de Comunicación del Obispado de Girona

Viernes 24 de Enero de 2025

Unas letras del obispo (26 de enero): Fueron testigos oculares y después se convirtieron en servidores de la Palabra

«Fueron testigos oculares y después se convirtieron en servidores de la Palabra» (Lc 1,2)

La Palabra tiene un papel clave en nuestra vida de creyentes. La Palabra es quien se hizo carne y habita entre nosotros, lo hemos escuchado y celebrado hace pocas semanas, este es el centro del misterio de la Navidad. La Palabra la tenemos también muy cerca cuando leemos la Escritura. Este domingo la Iglesia nos invita precisamente a reflexionar sobre nuestra relación personal con la Palabra. Nosotros no hemos convivido con el Señor, no le hemos escuchado de viva voz, son otros los que nos han transmitido su enseñanza. Ellos le escucharon o oyeron decir por quienes le escucharon lo que dijo e hizo, y este legado, este testimonio ha llegado hasta nosotros. Dios nos habla mediante la Palabra, lo hace cada vez que le escuchamos durante la celebración eucarística, durante el Oficio Divino y lo hace también personalmente cuando nos acercamos de forma sosegada y reposada en nuestra intimidad espiritual para saborearla y dejar que nos llene.

La Palabra es, pese a venir del pasado, siempre viva, siempre nueva, siempre un eterno presente. Porque Dios no habló una vez y permanece ahora en silencio. Dios nos habla también hoy y el medio privilegiado para ello es su Palabra. Escribía san Gregorio Magno que cuando nos acercamos a la Palabra crecen a la vez las palabras divinas y el que las lee: crecemos nosotros porque Dios nos habla, crecen las palabras divinas porque sólo siendo leídas son verdaderamente palabras.

La Palabra, acercarnos a la Palabra no debe ser un simple ejercicio intelectual, éste es el terreno de la exégesis bíblica, nuestro contacto con la Palabra debe ser profundamente espiritual ya la vez transformador. Nos dice el libro del Deuteronomio que la palabra está muy cerca de nosotros; la tenemos en los labios, la tenemos en el corazón, para poder cumplirla. (Cf. Ma 30,14). Si la Palabra no nos cambia el corazón es que no ha entrado en nuestro interior, es que no lo hemos dejado entrar dentro de nuestro espíritu.

El Concilio Vaticano II en la Constitución Dei Verbum dedicada a la revelación divina nos exhorta a todos los cristianos que nos acercamos a Cristo con la lectura frecuente de las divinas Escrituras. Porque la Escritura está llena del lenguaje de Dios. El Concilio nos invita a acercarnos a él por la lectura espiritual sin olvidar nunca que este acercamiento debe estar acompañado por la oración para que se establezca el verdadero y fecundo diálogo entre Dios y el hombre. Porque a Dios le hablamos cuando oramos, y le escuchamos cuando leemos la Palabra divina. (Cf. Dei Verbum , 25).

La Palabra nos acerca a Dios y nos lleva de la desesperanza a la esperanza.

+ fray Octavio,
obispo de Girona

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