
Ayer martes, 25 de marzo, tuvo lugar, en la Casa Santa Elena de Solius, el remanso de Cuaresma para presbíteros y diáconos de la diócesis. Bajo el título «Caminamos juntos en la esperanza», corrió a cargo del obispo de Solsona, Francesc Conesa. Nacido en Elche el 25 de agosto de 1961, se licenció y doctoró en Filosofía y Teología en la Universidad de Navarra. En octubre de 2016 fue nombrado obispo de Menorca y en enero de 2022 obispo de Solsona. Entre otras responsabilidades, desde abril de 2022 es el presidente del Secretariado Interdiocesano de Catequesis de Cataluña y las Islas Baleares y, desde marzo de 2024, de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la CEE. Por otra parte, en julio de 2023 el Papa le nombró «padre sinodal» con motivo del Sínodo de Obispos en Roma y participó en las asambleas generales de octubre de 2023 y 2024.
En la primera parte del receso, el obispo Francisco Conesa fue siguiendo el mensaje de Cuaresma del papa Francisco, con una serie de reflexiones que vinculó a los llamamientos a la conversión que el propio Papa propone. En este sentido, empezó la ponencia invitando a los asistentes a «vivir como peregrinos ya ponerse en camino en busca de la ciudad definitiva» y enumeró algunas actitudes que definen la figura del peregrino: «no ir demasiado cargado, ser un buscador, ser responsable de las propias decisiones, valorar la Creación como escenario por los que se anda, no ignorar a las personas. Señaló que también hay que ser peregrinos en el desierto, en las adversidades: «En la fatiga del andar debemos tener la certeza de que Dios no nos abandona».
El segundo punto que trató fue el gozo de andar juntos, donde destacó que ese andar hay que hacerlo sinodalmente, como Pueblo de Dios. Afirmó que «en nuestro tiempo es muy fuerte la tentación del individualismo» y que, para alejarse de ella, «es necesaria conversión del corazón y una espiritualidad fuerte» así como «evitar la polarización, también en la comunidad cristiana». Seguidamente, relacionó el caminar juntos con la esperanza de la promesa de Dios. «Hay que arraigar nuestra vida en la esperanza en Cristo y mirar la realidad desde Dios», pidió. Y, en este sentido, rehuir del «pesimismo estéril». Puso de relieve que «no caminamos como turistas, sino como peregrinos» y remarcó que «quien vive la esperanza vive transformando el mundo y que precisamente es esa esperanza la que nos empuja a soñar en un mundo nuevo». Por último, recordó las palabras del inicio del Año Jubilar: «Salve, cruz de Cristo, única esperanza». E invitó a los presbíteros y diáconos a tenerlas presente.
Tras un rato de reflexión y oración personal, el receso continuó con una segunda parte que llevaba como título «El ministerio del sacerdote en una Iglesia más sinodal». Aquí, el obispo Francisco Conesa ofreció una serie de orientaciones a partir de su participación en la asamblea general del Sínodo, en Roma. Primeramente, destacó que "el Sínodo ha tenido lugar en continuidad con el Concilio Vaticano II y no ha inventado nada" y que esto hay que tenerlo muy presente. A continuación, afirmó que «los pastores deben andar junto con su pueblo» y que «la escucha y el discernimiento en común» son claves en la sinodalidad. «La sinodalidad debe ser una forma de vivir el ser Iglesia», añadió. Por otra parte, subrayó la necesidad de valorar el Bautismo: "las raíces de la sinodalidad están en la Iniciación Cristiana", dijo. También señaló la importancia de la corresponsabilidad de los laicos, el actuar sin autoritarismos, la práctica de la rendición de cuentas y la evaluación de los resultados, la transparencia en las decisiones, situar a la Eucaristía en el centro de la vida de la parroquia... Todas estas actitudes las definió como una «invitación a la conversión». Y cerró: «La Iglesia está caminando hacia aquí y como curas debemos estar en esa dirección».